La ministra de Fomento es una mujer excepcional. Cesada del Gobierno la inmarcesible Carmen Calvo, a cuyo recuerdo como ministra un grupo de columnistas agradecidos estamos dispuestos a levantar un monumento, Magdalena es la garantía de que cada semana habrá un par de motivos excelentes para un artículo.
Su técnica para destacar en el complicado mundo de la alta política es, simplemente, no hacer nada, que es por otra parte lo mejor que puede hacer cualquier miembro del Gobierno ZP. Se trata de un importante hallazgo que la teoría política incorporará a su currículum académico, a poco que las grandes universidades reparen en nuestro espécimen andaluz y su circunstancia.
Pero lo más destacado de la rica personalidad de la ministra de Fomento es su versatilidad en la inacción, que consiste en no hacer nada pero moviéndose mucho. Lo mismo se refiere en rueda de prensa por tierras gallegas a sus vastos conocimientos sobre el "Plan Galicia de mierda", que acude presta y veloz a tomarse unos finos a la feria de su pueblo montada en helicóptero, querencia muy extendida entre los socialistas andaluces desde que el hermano de mienmano inauguró esta curiosa línea de vuelos oficiales para llegar a tiempo a la Maestranza a ver a Curro Romero (que también es tener valor).
Sus apariciones en televisión para explicar cuando hay un follón aeroportuario que "aquí no ha pasado nada", y si ha pasado es culpa de la derecha o de los putos consumidores (esta última reflexión es la que parece ir imponiéndose en sus recientes visitas por tierras catalanas), son otra prueba más de la capacidad de la ministra para conectar con los problemas reales de la gente y ofrecer soluciones inmediatas. Con los recientes boicots de Madrit al tripartito (¿habrá tenido algo que ver Gallardón en esto?), que han dejado sin luz, sin tren, sin maletas y sin paciencia a varios cientos de miles de catalanes, la política andaluza ha tenido una actuación estelar ofreciendo a los consumidores la mejor de las soluciones: mucha paciencia; o, como dirían sus paisanos, "ajo y agua".
Y todas estas cosas no las dice en privado, sino delante de las cámaras, terreno en el que se la ve muy suelta, aunque forzoso es recordar que el descubridor de esa faceta de Magdalena Álvarez como animal mediático fue Iñaki Gabilondo. Menudo ojo tiene el tío. Fue verla y detectar inmediatamente que ahí había un diamante en bruto destinado a escribir páginas brillantes en la historia de los medios de comunicación de masas. A ver qué presentador de un telediario en cualquier país del mundo es capaz de colocarle un casco (supermono, por cierto) a la ministra del ramo, darle la alcachofa y ponerla a hacer un speech delante del lugar de un siniestro ferroviario. Nadie salvo nuestro Iñaki.
Magdalena Álvarez, Maleni, es una persona cuyas capacidades exceden con mucho las exigidas para dirigir un ministerio aburrido como el de Fomento. Lo suyo es la comunicación. A ver si la cesa pronto ZP y el bueno de Iñaki la ficha para presentar al alimón el telediario nocturno de la televisión en abierto de don Jesús Polanco, que en gloria esté. Estoy seguro de que la Cuatro rompería el techo de la cadena y, por primera vez, superaría en audiencia a los documentales de La 2. "¡A mí me van a explicar lo del share ese de mierda!..."